Después de varias semanas de tensión y amenazas, finalmente Rusia abrió fuego a Ucrania, iniciando una guerra abierta, trayendo consecuencias a la población e impacto negativo a la economía europea en general.
Las malas relaciones entre Ucrania y Rusia se remontan desde 2013, cuando el presidente ucraniano pro-ruso Víctor Yanukovich tuvo una salida apresurada de su país a causa de la llamada revolución del euromaidán, trayendo como consecuencia que una parte de la zona noroccidental de Ucrania, llamada Crimea, se declarara zona independiente y pidiera su adhesión a la Federación Rusa.
Debido a este movimiento diversas sanciones de la comunidad internacional a Rusia se hicieron presentes, además de un escozor del nuevo gobierno de Ucrania (Pro-Occidental) a las intenciones “ocupacionales” por parte de Rusia para con Ucrania.
A pesar de que el conflicto se mantuvo latente, pero “estable”, hace unos meses el presidente ruso Vladimir Putin, reavivó la tormenta, alegando que Ucrania estaba reprimiendo al pueblo ruso residente en territorio ucraniano, y que si esta situación no paraba se iniciarían acciones militares.
Es así que finalmente, la mañana del 24 de febrero el presidente Putin ordeno a sus tropas una “operación militar especial” para proteger al pueblo ruso en las regiones ucranianas y “desnazificar” al gobierno actual.
Afectaciones alrededor del mundo
La invasión de Rusia a Ucrania además del conflicto entre las naciones ha estremecido también a la cadena de suministro mundial, mismas que siguen sumidas en el caos continuo por la pandemia.
Ucrania, ahora un territorio en guerra, es uno de los países más importantes en la conexión de Europa y Asia y debido al conflicto, ha sido inevitable la cancelación y desvío de vuelos, cierre de fronteras y demás problemas logísticos, aumentando la presión sobre la capacidad de carga y al mismo tiempo generando preocupaciones sobre futuras interrupciones en la cadena de suministro.
“Eso podría sumarse a la escasez que ya estamos viendo. Podría agravar esos desabastecimientos, y terminar causando mayor daño al crecimiento global”, Jennifer McKeown, directora del departamento de economía global de Capital Economics.
Este pánico ha afectado a metales como aluminio, cobalto, oro, paladio y productos derivados del petróleo y gas. Además, está desencadenando una lucha entre las empresas globales que cortaron lazos comerciales con Rusia, como los fabricantes de automóviles como Volkswagen y BMW, obligándolos a reducir su producción.
Por su parte los fabricantes de semiconductores están haciendo movimientos con cautela con la existencia mundial de neón, xenón y paladio, fundamentales para la fabricación de sus productos, e inclusive los productores de papas fritas podrían experimentar escasez de aceite de girasol, ya que la mayor parte de este producto se produce en Rusia y Ucrania.
“El conflicto impactará en todos los productos que son dependientes del petróleo y encima también eso acabará impactando en la agricultura, porque se usa como fuente para diversos productos en la cadena”, explicó Javier Molina, analista del bróker de inversiones eToro.
México, Rusia y Ucrania
Según datos de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), en 2020 Rusia fue el 35 socio comercial de México a nivel mundial, y el primero entre los países de Europa Central y Oriental, con un comercio bilateral de 1.291,8 mdd, y gracias a las exportaciones de automóviles de turismo, teléfonos, cerveza de malta, azúcar y residuos y desechos de cobre y aleados, en México hubo un crecimiento del 5.7% en las exportaciones del 2020.
Por su parte, los principales productos que México importa de Ucrania y Rusia son agroquímicos como urea, abonos minerales o químicos con elementos fertilizantes como nitrógeno, fósforo y potasio, y trigo, de acuerdo con los datos del Sistema de Información Arancelaria Vía Internet (Siavi) de la Secretaría de Economía (SE).
Y aunque este conflicto tiene poco más de una semana, el presidente Andrés Manuel López Obrador, aseguró que: “Nosotros no nos vamos a cerrar a ningún país”.
